17 de Mayo 2020
Al ser humano le encanta vanagloriarse de ser ese sujeto cambiante que vive en constante transformación aunque en ocasiones sea ese un eufemismo para decir que seremos los mismos hijos de puta, pero con más experiencia. El individuo que se ha dedicado a formar su “yo” por tantos años, verá un cambio de blanco a negro como una transformación extrema muy parecida a una traición. Se siente dotado de una personalidad innata a la que debe fidelidad hasta el último respiro. Parte de la libertad que conlleva ser portadores de consciencia, es tener esa eterna posibilidad de ser distintos a lo que habíamos sido antes. Algo menos mediocre y más coherente. De cargar con “banderas nuevas” y enterrar aquellas con las que ya no congeniamos, de acercarnos a través de la acción a ser una versión más fiel a lo que pide el espíritu cuando se le presta atención. En La Arqueología del Saber (1969) dice Foucault algo mas o menos así...“No, no, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme, sino aquí, de donde los miro riendo. No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable. No estén chingando."
