Carta a Dios
Querido Dios:
Recuerdo el momento exacto en el que comencé a alejarme de ti. Llorando mares en mi cuarto te pedía a gritos que por favor te manifestaras ante mi de cualquier forma y me demostraras que no estaba sola en el mundo, que tú estabas conmigo. Era muy pequeña e ingenua porque lo que esperaba inútilmente era el azote de una puerta o un suspiro en la nuca. Silencio. Lo único que escuchaba eran los crujidos de mi corazón. Luego me enteré de la sangre humana inocente con la que están manchadas tus iglesias. Mientras veía el oro brillante decorando las figuras y paredes, me parecían muy hipócritas y contradictorios todos esos discursos de simplemente rezar por los pobres y no hacer nada por saciar su hambre. Poco a poco y decepción tras decepción, le cerré las puertas a la fé. Por muchos años he llenado cartas de este tipo, un puñado de reproches. Me hablaban de Dios y yo creía que Dios era muy malo porque no escuchaba a los niños como yo que imploraban su presencia.
Vuelvo a acercarme a ti porque hoy sé que para demostrarme tu existencia no era necesario mover cortinas o prender luces. Tampoco creo que esa iglesia ostentosa creada por un grupo de hombres codiciosos y avaros, sea el lugar al que debo acudir para acercarme a ti. Tú te has manifestado a través de mi conciencia en más de un par de ocasiones. Al borde de la ventana me has dicho “no te dejes caer, no estás sola”
Acudo a ti en búsqueda de respuestas y el sosiego que ningún psicólogo, familiar o amigo que me escuche, me puede dar. Acudo a ti porque primero acudí a la mujer que con amor fabricó mi existencia en su vientre y ella me motivó a hacerlo, a buscar las respuestas en mi interior a través de tu luz. Quiero retomar el diálogo contigo esta vez no como una niña de 7 años, sino como una mujer de 29.
Cuando Aristóteles quería referirse a ti, hablaba del “motor inmovil". Dios, te llamó Tomas de Aquino. La causa primera. La causa que no tiene causa. El creador. Acercarme a ti sería inútil si no lo hago a través del método que más internalizo: la escritura. No quiero prometer en vano así que me rehuso a prometer ser un merolico que repite credos cada domingo y se aprende los mandamientos para fallarlos el lunes a primera hora. Si me acerco a ti es porque ya he vivido en esa contradicción y ya no me interesan las soluciones “de boca” o los golpes en el pecho. Necesito respuestas y certezas, necesito iluminación. Yo deseo poner la apertura y la voluntad para reflexionar todo lo que de estos diálogos surja.
Tú me creaste y sigue sin ser claro el sentido de tu travesura. Tal vez esa pregunta se resolvería más fácil si me hubieras creado como un girasol, en ese caso mi sentido existencial estaría relacionado con mi función biológica: crecer, lograr un tamaño, color y forma propia de mi especie, fotosintetizar y morir, pero me hiciste un ser humano con una conciencia, un ente ubicado entre la divinidad y lo animal y no puedo limitar mi existencia exclusivamente a aquella que tiene un animal: nacer, crecer, reproducirme y morir. Los animales simplemente son lo que la naturaleza quiere que sean. Los seres humanos aunque compartimos ese lado animal y muchas de sus características, también lo trascendemos. No estamos sometidos a los dictados de la naturaleza sino que tenemos la libertad de forjar el camino de nuestra vida. Un perro es un perro desde el día uno y será un perro hasta el día de su muerte. Es el hombre el único animal que puede degenerarse para convertirse en un imbécil o nutrirse para acercarse a lo divino, de ahí proviene la gran variedad de conductas “buenas” o “malas”.
La vida humana no se vive solamente buena o mala como las plantas, sino buena y mala de muchas formas. Hay muchos ejemplos en la historia sociocultural de la humanidad de la variabilidad de la conducta humana, y para comprender y mejorar mi situación especifica, debo comenzar retirándome las etiquetas que el mundo y yo misma me he puesto. Que soy mala o que soy buena. Una heroína. Una persona egoísta. Que soy bondadosa, envidiosa, mentirosa. Dulce, fuerte, humilde, desobediente y un sin fin de calificativos más. Dice Nietzsche que "No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de los fenómenos" y todas esas categorías que me han puesto son una interpretación más no una ley o una etiqueta permanente. Si comienzo de cero y se vive un día a la vez ¿qué tipo de persona quiero ser el día de hoy? Sin duda, no una persona que viva en el autosabotaje y el quebranto.
Analizo mi existencia propia desde la perspectiva humana, el único calificativo del que no me puedo despegar. Soy y seré el ser que comparte la naturaleza de ambos (animal y Dios) y que gracias a su libertad puede elegir hacia qué inclinarse, ¿el lado espiritual o el lado físico/animal? La libertad representada en la capacidad de perfeccionarse a sí mismo hasta que la balanza esté más inclinada a lo divino que a lo animal, en caso de que eso se busque, como es mi caso.
Muchos de los filósofos hablan del abismo que representa transitar una vida meramente humana, ser un barco a la deriva, básicamente un “no soy de aquí ni soy de allá, ni tan Dios ni tan animal” sería fácil vivir del lado de lo animal. Muchas personas lo hacen. Cumplir ciertas funciones biológicas y sociales y esperan la muerte. Quienes enfrentan ese abismo se toparán con la grandeza espiritual que brota cuando le abres la puerta. Esa es la intención primordial de este reencuentro contigo. He vivido en un averno donde he tocado fondo. He vivido del instinto, de fugaces momentos, del placer de mis sentidos. He vivido siendo un animal ensimismado y sometido a mi propia condición humana y poco me he preocupado por cruzar esa puerta de lo divino. Quiero acercarme a ese lado a través de la reflexión y la teodicea y lograr entender de una vez por todas el motivo de mi existencia. ¿Por qué me creó Dios? ¿Para qué?
Cuando le preguntan a las personas sobre EL SENTIDO DE LA VIDA, las respuestas suelen ser muy variadas: conocer a Dios, formar una familia, amar, ser feliz, hacer el bien, tener dinero y pertenencias, etc, etc. Cada uno tendrá la suya porque la pregunta no se puede responder con una definición, no se busca SABER una respuesta sino VIVIR UNA EXPERIENCIA DE VIVIR PLENAMENTE. No existe una respuesta única como la podría tener el girasol, que solo requiere girar hacia el sol para funcionar. En el caso del hombre y su categoría "divinoanimal", ¿cómo sentir la vida como una sinfonía, como una experiencia plena? La única respuesta sería bañándola de propósito, pero ¿cómo se baña de proposito?
De la misma manera en que el girasol tiene el “poder” o arte de girar al sol para SIEMPRE recibir lo que necesita y vivir una vida “bien”, el ser humano también necesita su sustento. Los humanos no requieren el heliotropismo para vivir sino la “admiración” palabra que proviene de la raíz latina mirari- “maravillarse” y ad- “hacia”... el ser humano debe buscar su sustento y darle significado a su vida a través de la admiración. Admirarse de la belleza, admirarse de la bondad humana, admirarse de la luz y la mañana que convertirá en alimento de su alma. Eso solo se logra viviendo cada día como si fuera una vida nueva. No dando nada por sentado o por conocido sino todos los días dejarnos maravillar. Sembrar desde temprano las semillas de la gratitud, de la fé y repetirlo a la mañana siguiente. NO ACUMULAR NADA.
"Cada día es una pequeña vida: cada despertar y levantarse es un pequeño nacimiento, cada mañana fresca es una pequeña juventud, cada ir a descansar y dormir es una pequeña muerte." -Arthur Schopenhauer-
Hoy me alejo de todo lo que me lastima, de todas las distracciones, para acercarme a ti y convertirme en una versión fiel a tu divinidad. Quiero a través de tu luz, sosegar mi oscuridad. Quiero maravillarme del poder que tiene tu sosiego que a tantas almas perdidas ha logrado guiar. Quiero que guíes mi barco roto y que con tu impulso me des la fuerza para remar contra la corriente que me ha llevado a los mares más negros. Quiero que mis acciones se alineen con mis sentimientos. Quiero paz en mi alma. Quiero bañarme de la divina luz para que exploten todos mis colores.
Un día a la vez.
-Bambi